martes, 29 de marzo de 2011

¿QUÉ TENDRÁ EL PODER?

Son las tres de la mañana. Estoy en Salamanca con un grupo de 38 alumnos de 3º y 4º de ESO. No consigo que se duerman y no creo que algunos de ellos lo hagan en toda la noche. Cosas de jóvenes.

Mientras espero a que se calmen un poco para poder dormir yo, leo noticias de esta precampaña electoral en prensa digital y me he puesto a pensar lo disparatados que nos vuelve el poder y lo que él conlleva de famas, honores y privilegios.

Por el poder se traicionan ideales: se dejan a un lado para conseguir escalar, con la intención de aplicarlos una vez que se mande, pero luego el ideal a aplicar es el poder por el poder.

Por el poder se utiliza a los militantes de los partidos y se secuestra la democracia interna para que todo quede atado y bien atado. Al final lo que impera no es el criterio de las asambleas sino los trajines de los dirigentes, unos en la sombra y otros sombríos.

Por el poder se prometen cosas que luego no se van a poder cumplir y se inauguran proyectos que ni siquiera funcionan: poco importa la verdad, mucho la imagen.

Por el poder se maquillan cifras o se exageran errores del contrario aunque sepamos que es mentira.
Por el poder se machaca a los  adversarios en un apuñalamiento por la espalda continuo; se desbanca a personas como si fueran cosas sin importar los sentimientos.

Por el poder se usa incluso a los amigos como medios para conseguir lo que uno se ha marcado como  objetivo: ganar votos.

Qué equivocados estamos: la política no es poder, es servicio. Y para servir no hace falta recibir honores, ni votos, ni puestos, ni elogios, ni nada que se le parezca.

Ya lo decía Jesús de Nazaret: “Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los que mandan se hacen llamar bienhechores. Que no sea así entre vosotros: el que quiera ser el primero, que se haga vuestro servidor”.

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