sábado, 1 de octubre de 2011

REQUIEM AETERNAM ALCANTARILLA

Cuando aún corría, solía ir por el camino de la Paz, en Alcantarilla, donde nací y donde aún permanezco. Recuerdo cuando era niño, incluso, joven, que mi pueblo era bonito. Apenas caminabas quinientos metros y ya estabas en una senda de la huerta, que en primavera olía a azahar, sonido de ranas en las acequias, aire fresco en verano, vinagrillos, juegos, parejas que se escondían de la vista general y algún albaricoque que caía en el estómago sin pedir permiso al dueño.

Llegaron desarrollismos industriales, sacabarrigas que volaron con dinamita la iglesia de San Pedro, propietarios que derribaron casas señoriales para hacer edificios, y alcaldes sin visión de futuro que dejaron que esto sucediera. El pueblo se volvió feo, sin planificación crecieron moles cada una de su padre y de su madre, se fueron enterrando huertos, y crecieron coches, ruidos, hacinamiento, y calor, mucho calor.

Preocupado por el futuro de mi pueblo y el de mis hijos dentro de él, decidí meterme en un partido, el PSOE, con posibilidades de gobernar (no se rían, por favor) para intentar reconducir la deriva urbanística de Alcantarilla hacia una ciudad más humana, más verde, más para los niños y menos para el ruido y para el calor asfixiante; más para los huertos y menos para el asfalto.

Me costó mucho perder mi independencia política.

Ahora he visto en el periódico local Alcantarilla 7 días, que el nuevo Plan de Ordenación Urbana está a punto de ser aprobado por la Comunidad Autónoma.

Es un desastre, es edificar en Alcantarilla hasta en el aire que respiramos, es hacer pisos encima del techo de los coches, es incrementar tanto la densidad de población que no podremos ni movernos.

Y me da mucha tristeza. Y me duele.

Y me lamento, porque no fui capaz de convencer a mis compañeros de partido de que arremetiéramos políticamente contra ese Plan con toda la energía de que fuéramos capaces. Me lamento porque el desastre urbanístico que ha diseñado el eterno gobierno del PP va a acabar con mi pueblo.

Y ellos tan a gusto y tan orgullosos de lo que han hecho. Porque se creen que el progreso es un edificio encima de otro, porque se creen que una ciudad habitable no necesita espacios verdes, porque se creen que la huerta ya no vale, que lo único útil es la industria y la construcción; y a lo mejor tienen razón, que la huerta ya no produce económicamente hablando, pero genera buen clima, lugares donde ir, luz que disfrutar, olores que percibir, sonidos que escuchar, cultura que recordar.

Con el nuevo plan el camino de la Paz se llenará de edificios en la misma proporción en que las personas abandonaremos el pueblo.

Demasiados años gobernando los mismos, demasiados años sin alternativa.
Hoy me he ido a Murcia a pasear, porque el pueblo está muerto, porque nuestros jóvenes huyen buscando ambiente, cines, lugares agradables, otros encuentros.

Y me duele. He vuelto a las diez de la noche y la calle estaba… vacía.

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