miércoles, 28 de noviembre de 2012

¿REFERENDUM SOBRE LOS RECORTES?



A estas alturas de la crisis, los que nos hemos interesado por su devenir, ya tenemos hecho un croquis (siempre provisional) de lo que ha sucedido y de lo que sucede ahora. No tengo tan claro que sepamos por dónde tirar ni mucho menos que estemos de acuerdo en lo que hay que hacer.

La solución que ha tomado una U.E. con una hipertrofia de Alemania, acreedora de todos nosotros, ha consistido en algo muy simple: decirle a los deudores que ahorren y que paguen; que paguen el capital y, por supuesto, los intereses que cada vez son más grandes.

Traducido al ciudadano esto quiere decir anteponer el ahorro a los derechos sociales arduamente conquistados. Es como si una familia tiene que gastar el 90% de sus ingresos a pagar deudas: ello implica menos ropa, menos calefacción, menos comida, etc. hasta rozar la miseria.

Son muchos derechos los que estamos cediendo a regañadientes: una educación de calidad, una sanidad universal, unos derechos laborales, un derecho a la tutela efectiva de los tribunales, etc.

Especialmente graves, por lo que significan desde el punto de vista jurídico y político, me parecen:

La Reforma Laboral: la gravedad de esta ley reside no tanto en la facilidad del despido, que por supuesto que es muy seria, sino en el cambio de modelo de mediación laboral: eliminada la negociación colectiva y vinculado el salario a la productividad implican la vuelta al sindicalismo vertical, es decir un cambio encubierto de la Constitución al modificar radicalmente la función que los sindicatos tienen asignada en la Carta Magna.

La reforma de la sanidad encauzada hacia el repago y hacia la privatización de la gestión de determinados servicios. Mientras que lo privatizado no afecte al núcleo duro de la atención sanitaria, médicos, enfermeros, auxiliares, camas hospitalarias, …no debería suponer un problema. Convertir el Sistema Nacional de Salud en un sinfín de empresas que anteponen el negocio a la calidad es cambiar el modelo constitucional de este sector, concebido para que todos seamos iguales en trato y tratamiento cuando necesitemos atención médica. Con el repago farmacéutico habrá personas que se vean en la dificultad de pagar sus tratamientos.

El repago judicial con las tasas de Gallardón es también un atentado contra el Derecho a la Tutela Efectiva al encarecer de manera injusta y clasista el uso de la Justicia.

En el fondo, asistimos, no como dicen algunos, a un atentado al Estado del Bienestar, sino a un asalto al Estado a secas, o si queremos, en el caso español, un atentado al “Estado Social y de Derecho”.

Puedo admitir, no sin patalear y sin echar espuma por la boca, que, coyunturalmente, por mor de las deudas y el déficit, temporalmente nos restrinjan los aludidos derechos consagrados en la Constitución, pero no puedo admitir que esos mismos derechos queden en entredicho estructuralmente, porque eso significa un cambio de modelo de estado.

La política de recortes, en la práctica, es la suspensión de derechos civiles y sociales, es como un estado de excepción, casi un golpe de estado pues provoca por vía de decreto y de avasallamiento cambios en la Constitución.

Si sometemos a referéndum, tal y como propone La Cumbre Social, la política de este gobierno basándose en que no cumple su programa, ¿qué puede suceder?

Lo más probable es que digan que no, porque ya sabemos que los que gobiernan, en general, son poco partidarios de la democracia. Siendo así, la iniciativa servirá para concienciar y para agitar. No está mal.

En el remoto caso de que dijeran que sí, tendríamos un problema más serio de lo que parece.

En primer lugar, probablemente, la misma mayoría absoluta que los votó les volvería a dar su aval. La derecha social está de acuerdo con los recortes, las privatizaciones o la limitación de la justicia. Sólo discrepan en la subida de impuestos.

En segundo lugar, si la política descrita más arriba está suponiendo una suspensión de la Constitución por la vía de los hechos consumados, si el referéndum bendice dicha política puede significar que consagra la pérdida cuasi definitiva de esos derechos.

Francamente, no estoy dispuesto a que se pregunte a nadie si quiere una sanidad pública, universal y “gratuita” (no repagada), si quieren unas relaciones laborales sin negociación colectiva, si quieren una justicia repagada y cara, etc. porque eso es una conquista de los ciudadanos en la que no podemos ceder ni un ápice.

No creo que el referéndum sea la solución. Creo que ésta ha de llegar desde los partidos de izquierda, que deben trascender la crítica y deben plantear alternativas realmente factibles que, contando con las dificultades reales, propongan medidas concretas de salida de esta situación sin dar ni un paso atrás, o por lo menos, que los que se den sólo sean provisionales. 

Pero para eso hace falta una renovación de la estructura representativa de los partidos, y eso ya es otro tema que dejo para otro día.

martes, 13 de noviembre de 2012

¿CÓMO NO IR A LA HUELGA?



La situación en la que estamos entrando en España y otros países de Europa no es nueva: es la misma que vivieron nuestros antepasados en los años previos a la II Guerra Mundial o la que padecen la inmensa mayoría de países del mundo, algunos de los cuales se ahogan en la miseria y la guerra.

Cada vez más parados, más personas sin hogar; cada vez menos calidad y cantidad de servicios públicos y su consecuencia, el crecimiento de la desigualdad y el aumento de los privilegios de los que se pueden pagar un seguro médico privado o un colegio de alto standing.

Cada vez más jóvenes que hacen las maletas, dejando atrás la lengua materna, la familia, los amigos para ver un sol mortecino que sólo produce destellos cuando se refleja en sus lágrimas de emigrantes en tierra extraña.

Cada vez más contenedores convertidos en despensas, Cáritas convertidas en almacenes de última moda y bancos de alimentos en liquidación de existencias por cierre.

Cada vez más negocios cerrados por falta de un mercado que jadea de cansancio y por exceso de cargas y de impuestos. Cada vez más polígonos desérticos, convertidos en territorio de la desesperación.

Mientras tanto, los ricos lo siguen siendo, pero ahora se han hecho extranjeros y hablan la lengua del paraíso fiscal; los directores de bancos expolian la caja con sueldos de latrocinio; políticos que colocan a familiares, amigos y lacayos en puestos de alto nivel y mayor salario.


¿Cómo no ir a la huelga? Soy profesor y no un mercenario de la enseñanza y no quiero que mis alumnos me vean entrar con la cabeza gacha avergonzado de lo que mi conciencia me exige y lo que el bolsillo izquierdo del dinero o el bolsillo derecho del miedo me impongan. Quiero que me vean en la puerta con la cabeza bien alta, con el orgullo que da el saber que se hace lo que se debe.

¿Cómo no ir a la huelga si soy profesor de Religión y les enseño a mis alumnos cómo Moisés, el gran subversivo de la historia, envió contra el faraón hasta diez plagas para que liberara a los esclavos? Cómo no ir a la huelga si anuncio al Dios de los pobres, al Jesús que decía “Bienaventurados los pobres” y “Ay de vosotros, los ricos!”.

¿Cómo no ir a la huelga si soy ciudadano, y quiero seguir siéndolo, y no súbdito? ¿Cómo voy a tolerar las imposiciones del poder si soy libre?

¿Y cómo no ir a la huelga si soy persona? ¿Cómo puedo consentir que nos traten cada vez más como números y que nos valoren por lo que producimos y no por lo que somos?

Finalmente, ¿Cómo no ir a la huelga si tengo dignidad y aún me queda vergüenza para mirar a la cara de mis hijos y decirles que estoy dispuesto a luchar por mí, por ellos y por todos?

No me lo perdonaría.

Pero estoy dispuesto a perdonar a aquellos que no irán a la huelga y se aprovecharán de nuestro esfuerzo y de nuestro salario, lo que no sé es si se perdonarán ellos.