martes, 30 de julio de 2013

LA IMPORTANCIA DEL ACENTO: (Sobre las palabras del Papa Francisco)

Ciertamente resulta surrealista que la gente se sorprenda de que un papa diga que no es nadie para juzgar a otro por ser gay, porque eso es el abc del Evangelio: "no juzquéis y no seréis juzgados". Si realmente llama la atención es porque algo (o mucho) se estaba haciendo mal en la Iglesia. El mensaje era bueno, pero los mensajeros dejaban mucho que desear.
Todas las palabras tienen acentuación. Ésta consiste en la musicalidad del lenguaje, en la duración y el tono de una sílaba. Por ejemplo, no es lo mismo "ingles" que "inglés". Con el contenido de los discursos sucede lo mismo.
Cuando el papa Francisco dice que él no es nadie para juzgar a una persona por ser gay, no está diciendo nada que no estuviera dicho en los documentos de la Iglesia o que sea novedoso con respecto a los evangelios, donde Jesús deja claro su poco interés por las cuestiones sexuales, de las que no habla ni una sola vez, y sí su máxima atención a los excluidos de su tiempo; cuando Francisco habla de la justicia, de ser pobres con los pobres, de la necesidad de un cambio de estructuras económicas, de la urgencia de una reforma a fondo de las estructuras eclesiales, ..., no está diciendo nada que no esté recogido en los documentos de la Iglesia, tanto en los del Concilio Vaticano II como en las encíclicas de los papas anteriores. 
En realidad, tal como decía al principio, Francisco ha fijado el acento en otras partes del discurso, y le ha puesto otra música al mensaje que transmite, y cuando antes resonaban cánticos solemnes y hueros, que olían a flores secas y a incienso rancio, ahora retumba el canto alegre, la percusión que invita al baile; donde antes resonaban el recitado de prohibiciones con una música en off de requiem, ahora cabe la expresión espontánea, la esperanza y el canto en el que importa la alegría más que la afinación. Ni más ni menos que lo que decía San Pablo: "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia". 
Que poca gracia tienen algunos jerarcas. Antes los mandaban a Roma para que aprendieran a ser serios y para que supieran las leyes con las que corregir, ahora los vamos a tener que mandar a Roma para que aprendan a contar chistes (que les enseñe mi buen amigo Ramón Jara Gil, experto en evangelizar a base de buen humor) y para dar siempre buenas noticias.
Que nadie piense que Francisco es un hereje, que más de uno de estos serios lo estará pensando, sólo que ha rescatado la letra del Evangelio y la música del Concilio Vaticano II y ha empezado a dar y a promover conciertos que suenan a nuevos. 
Al fin y al cabo, "evangelio" significa en griego "buena noticia".

Nota: no se me olvidan los cristianos que han (hemos) sido apartados durante estos largos 25 años por decir lo que dice ahora Francisco y que permanecemos fieles a la Iglesia y los que, hartos de tanto oropel y hieratismo, han dejado de pertenecer a ella, y espero que los movimientos que antes eran defensores de la ortodoxia mal acentuada, no se conviertan en cismáticos.