En política, pocas cosas son más perniciosas para los
ciudadanos y las instituciones que los gobiernan, que los mandatos
excesivamente prolongados de una misma persona e incluso de un mismo equipo. Es
el caso de quienes rigen los destinos de mi pueblo, Alcantarilla. Va para 19
años que está en el poder, no sólo el mismo partido, al que al fin y al cabo
votan los ciudadanos, sino la misma persona que, como se sabe, es impuesta por
el partido.
Después de tantos años de gobierno idéntico a sí mismo, ¿qué
balance cabe hacer? Veamos resultados: Poco tiempo después de entrar en el
Ayuntamiento, cerraron la Universidad Popular que daba cabida a las inquietudes
de muchas personas; la escuela de música ha terminado siendo de pago; los pasos
a nivel del ferrocarril siguen donde estaban, pero hemos perdido la parada del
tren que va a Madrid; las zonas verdes escasean y el pueblo se ahoga entre los
malos humos y el calor del estío; nuestro paisaje urbano se ha tornado sombrío
y lúgubre en la misma medida en que se trazaban nuevas calles y se hacían más
edificios, obras de arquitectos que podrían presentarse al concurso de los
peores del siglo; la vida cultural se ha reducido a la mínima expresión en
manos de un concejal que no sabe hacer nada si no le das un talonario de
cheques; pagamos, junto con Molina, los autobuses más caros de la región;
pagamos el agua a precio de petróleo y el IBI de cualquier casa puede costar
tanto como el del Palacio de Versalles; la suciedad de las calles ya ha dejado
de llamar la atención, se ha convertido en cotidiana; nuestros jóvenes huyen
los fines de semana por falta de sitios donde ir; la huerta, destrozada y el
nuevo Plan de Ordenación Urbana providencialmente parado en la Comunidad
Autónoma y aplazado por la crisis, porque de haber entrado en vigor, sería peor
que un terremoto; los servicios sociales, de pena; con los enchufados del
Ayuntamiento ni me meto, porque ya viene siendo tradición que cada partido
coloque a “los suyos”, como si el pueblo al que representan les fuera ajeno;
hay pabellones deportivos, pero hay que pagar; hacen un parking y les sale la plaza de garaje
el doble de cara que el precio de mercado, y luego lo cierran y luego lo abren;
podría seguir pero voy a terminar con un símbolo:
Si hay un sitio del pueblo que resume lo que es la acción de
gobierno, es el parque de Cayitas: el ladrillo por encima de los árboles, los
espacios ocupados por construcciones inútiles, rincones peligrosos para los
niños, hierros que parecen un monumento a la chatarra, cristales llenos de
pintadas y mucha suciedad. Recuerdo que mi abuela contaba que al que hizo la
cadena que rodea la Capilla de los Vélez de la Catedral, le sacaron los ojos
para que no hiciese ninguna otra obra que se le pudiese comparar en belleza. La
civilización ha hecho que se pierdan esas costumbres, porque de seguir
vigentes, el que tuvo la idea del mencionado parque, andaría cuando menos tuerto,
no vaya a ser que haga semejante disparate en cualquier otro sitio, que no es
bueno desear el mal ajeno para aliviar el propio.
¿Y qué va a ser de Alcantarilla ahora que la deuda es del
400% del PIB (técnicamente impagable), justo cuando haría más falta que el
Ayuntamiento estimulara el crecimiento económico?
Nadie en su sano juicio discute la legitimidad de las
sucesivas victorias del partido gobernante, pero creo que estaremos de acuerdo
en afirmar que una persona no debe estar más de 8 años en un cargo, porque
aunque empezó con ansias de servir al pueblo, acaba por servirse de él. Hay que
cambiar a las personas, aunque el partido elegido por los ciudadanos sea el
mismo, pues el porqué de que, haciéndolo tan mal, no haya ganado la oposición requiere también unas palabricas que dejo para otra ocasión, por no ser pesado.
Nuestro alcalde dice que ya no se presenta más. Bueno, vale.
Pero ya es tarde, le van a sobrar 12 años. Para cuando termine su mandato, el
Señor le dé salud, habrá cumplido 20 años de alcalde y el menda que dijo aquello
de que “veinte años no es nada”, seguro que no era de Alcantarilla.
Es malo no llegar, pero peor es que la gente esté deseando
que te vayas. Pues eso, ya lo sabes.
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